Que no se me acostumbre, Padre, el corazón, a ver personas muriendo de hambre, sufriendo en situación injusta. Que no vea n...
Que no se me acostumbre, Padre, el corazón,
a ver personas muriendo de hambre,
sufriendo en situación injusta.
Que no vea normal que cada día millones de mujeres
sufren discriminación, soledad, desamor.
Que me sorprenda cada día de este mundo que hemos montado
en el que unos tenemos de todo, y a otros les falta también de todo.
Que no se me acostumbre el corazón,
a la mirada triste y perdida,
al dolor aceptado, al gesto caído y desanimado,
a la inseguridad, a las pocas ganas de vivir,
a cualquier deterioro del hermano,
que es su grito desde la cuneta de la vida.
Que no se me acostumbre el corazón, Padre, a ver como normal
el trato diferente a hombre y mujer,
el lenguaje que discrimina o el trabajo mal repartido,
o el abandono del anciano.
Que no se me acostumbre el corazón, Padre,
a ver a mis hermanos tristes, desanimados, cansados,
por el peso del trabajo o del paro,
por no tener sus necesidades cubiertas,
o vivir en desamor, desilusión o desencanto.
Que no se me acostumbre el corazón, Padre,
al ver a la mujer prostituida,
al drogadicto, al alcohólico, al ludópata o al solitario,
que adivine su dolor, su soledad, su asco,
que con mi mirada acaricie su historia, sin juzgarla…
dignifique su persona dolorida y suavice su vida.
Que no se me acostumbre el corazón, Padre,
a ver a los inmigrantes como extraños,
a no salir a su encuentro y facilitarles la vida,
a no hacer hueco entre nosotros para que se sientan en su casa.
Que no se me acostumbre el corazón, Padre,
a aceptar las cosas como están.
Que construya una iglesia como una familia,
llena de mujeres y hombres vivos,
en la que cada uno aporta lo mejor de sí mismo,
sin clases, sin reservas, sin servilismos ni privilegios.
Pon ternura, Señor, en mi mirada,
pon caricia en mi mano que saluda,
pon misericordia en mi mente que hace juicios,
pon sabiduría, Padre, en mi lenguaje,
pon escucha en mis oídos, inunda de misericordia mi corazón.
Que no se me acostumbre el corazón, Padre,
al dolor del hermano en la cuneta.
Que acaricie su historia con ternura
y se produzca un encuentro de dos hijos,
que en un trozo del camino se dignifican mutuamente,
se alegran y se descansan la vida. Amén.
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