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Sagrada Escritura, Tradición, Magisterio (Dei Verbum 7-10)

Porque os transmití en primer lugar lo que a mi vez recibí (1 Co 15, 3). La transmisión de la revelación en la Iglesia, sostenida por la rel...

Porque os transmití en primer lugar lo que a mi vez recibí (1 Co 15, 3). La transmisión de la revelación en la Iglesia, sostenida por la relación entre Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio (Dei Verbum 7 - 10).

Antes del Vaticano II, ningún documento del Magisterio había definido la naturaleza de la tradición. Tradicionalmente, se consideraba la Escritura y Tradición como dos fuentes de la revelación. (Deberíamos tener en cuenta la sola scriptura de los protestantes y lo que Trento había dicho sobre este tema.)

La Dei Verbum trata de la revelación, el acontecimiento en el que Dios se revela al hombre. Es un aconticimiento que se realiza en la historia para la salvación del hombre. Es un acontecimiento sacramental en cuanto que en él se da una conjunción de acciones y de palabras que anuncian o desvelan el significado de las acciones; un acontecimiento que culmina en la persona de Cristo, epifanía de Dios, revelación personificada de Dios. Ademas de la revelación también se trata de su transmisión. El Dei Verbum 7 es el que une ambos temas.

Hay que conservar lo que fue revelado y transmitirlo a lo largo del tiempo. Revelación y transmisión no son dos momentos yuxtapuestos casualmente sino dos momentos intrínseca y necesariamente vinculados como expresión de la única voluntad salvífica de Dios. Cristo era el que reveló y lo dio por cargo a los apóstoles la transmisión de esta revelación. La misión que encomendó Cristo a los apostoles es la predicar el EVANGELIO que es la totalidad de la revelación, el prometido antes por los profeta ( lo que Dios hablo a nuestros padres en distintas ocasiones y de diferentes maneras por los profetas como dice Dei Verbum 4), el que cumplió Él mismo (que distingue lo que Trento atribuyó a Cristo [promulgación] con Dei Verbum [cumplimiento y promulgación] superando la pura concepción doctrinal de la revelación y de su transmisión y acentúa su carácter real). Cristo mismo es la personificación, la concreción personal de la revelación. El evangelio es la plenitud de su misterio, la oferta de salvación revelada. Los actos de Jesús son la que deben transmitir los apostoles. La tradición consiste no solo en comunicación de verdades, sino sobre todo, en comunicación de dones divinos.

Las palabras de Cristo  no son solo la revelación, sino también sus obras. La revelación se ha dado en la inmediatez de una convivencia personal con Jesús que enseñó el rostro de Dios. Y el modo que ha utilizado Jesús para transmitir lo que ha recibido del Padre les servirá como norma para transmitir lo que han recibido de él. Pero para predicar el evangelio, los apóstoles cuentan no sólo con la enseñanza que recibieron de Cristo sino también la ayuda del Espiritu Santo. El Espiritu Santo no se limita a garantizar la fiel transmisión de la doctrina, sino que además ayuda a los apóstoles a comprender las implicaciones de las enzeñanzas recibidas de Jesús y a implantar todo lo que necesitan las iglesias nacientes para participar de la salvación cristiana.

Si la revelación no es meramente verbal o doctrinal, tampoco lo es la transmisión. Los apostoles transmiten el evangelio con su predicación oral, con sus ejemplos y con las instituciones que van creando. Es una transmisión oral y real. La tradición cristiana es transmisión del evangelio vivo e íntegro. El concilio menciona en primer lugar la TRADICIÓN REAL, NO ESCRITA y luego la TRADICIÓN APOSTOLICA ESCRITA, el mensaje de salvación que los apostoles y los varones apostolicos pusieron por escrito bajo la inspiración del Espiritu Santo, que es fruto y expresión de la tradición real. La Iglesia en cuanto apostolica se remita a la PREDICACIÓN BIFORME, a la tradición apostolica en su doble forma: ESCRITA y NO ESCRITA.

La sucesión apostolica es una condición necesaria para la permanencia y vigencia de la Tradición apostolica. La transmisión del evangelio engendra sucesión o encargo de seguir transmitiendolo y la sucesión sólo tiene sentido como medio que garantice el cumplimiento del encargo de conservar íntegro y vivo el contenido del evangelio.

Dei Verbum 7 recuerda la nacesidad de conservar y transmitir a todas las generaciones desde la revelación divina, no las tradiciones sino la Tradición. El numero 8 nos recuerda a conservar y transmitir la predicación apostolica. Por la inspiración, la Escritura es un órgano privilegiado e insustituible para la transmisión de la predicación apostólica, pero no el único, pues por ser un testimonio escrito, es un testimonio incompleto de la salvación que Cristo ha traído al mundo. Para la transmisión íntegra de su evangelio vivo, se requiere una predicación viva. Por eso los apóstoles piden a los fieles que conserven lo que recibieron por escrito o de palabra.

No como el Trento, para el Vaticano II no es la palabra que es el único medio de transmisión utilizado por la Iglesia. Transmite también con su vida, con sus intenciones, con el culto, con los ritos. Lo que se transmite y perpetua   no es sólo la doctrina de la Iglesia sino toda su vida. La Tradición transciende dos limites del magisterio infalible y por tanto, está sometida a las limitaciones y defectos de la Iglesia peregrinante, que es la Iglesia de pecadores, Iglesia que conoce lo divino solo borrosamente.

La tradición es dinámico. Para conservar una realidad viva y vivificante como es la revelación de Dios, tiene que haber asimilación vital y progresiva. Mientras que la revelación es en sí perfecta, la Iglesia es imperfecta, camina a través de los siglos hacia la plenitud de la verdad. La Tradición es la "tradición  apostólica" y no de las tradiciones eclesiales. No es la tradición que crece, sino la comprensión eclesial de la misma. La Tradición progresa y la comprensión de ella crece. Los agentes de este progreso son la sistencia del Espiritu Santo, la contemplación y el estudio, la inteligencia de las cosas espirituales y la predicación del Magisterio. El progreso de la tradición es tarea de toda la Iglesia porque es a ella a la que se le ha confiado el deposito sagrado de la palabra de Dios. Con la ayuda del ES, todas las acciones de la Iglesia contribuyen de hecho al progreso de la tradición. El concilio no ofrece una lista completa de los factores que influyen en el progreso de la tradición.

La tradición viva se encarna en la vida de la Iglesia con su poder dinamizador y se expresa en todas sus manifestaciones. La tradición con respecto a la Escritura funciona como el conocimiento del canon y la interpretación del texto. Por la tradición se le manifiesta a la Iglesia el canon íntegro de los libros sagrados. Por la tradición los libros sagrados son comprendidos cada vez mejor y son mantenidos siempre activos. La tradición interpreta y aplica los libros sagrados a la vida. El concilio no afirma que la Escritura sea ininteligible sin la Tradición. Sólo una comunidad vivificada por la palabra de Dios puede comprender las potencialidades vivificadoras de la Escritura. Es con esta comunidad que acoge su palabra con la que Dios sigue conversando y a la que va introduciendo en la verdad plena.

¿Cual es la relación entre Escritura y Tradición? El Dei Verbum 9 nos dice que los dos tienen la misma origen y de fin y que hay un mutua dependencia entre los dos. La Escritura necesita la Tradición para el conocimiento del canon biblico y para actualizar su potentialidad salvifica. La Tradición necesita de la Escritura como norma estable de inspiración divina que garantice su permanente apostolicidad y fecundidad. Ambos manan de la misma fuente divina, confluyen en cierto modo en uno y tienden a un mismo fin.

La Escritura se le atribuye origen divino porque está escrito bajo la inspiración del ES. La Escritura es Palabra de Dios. Por la inspiración, son de origen divino su contenido y su expresión verbal. La Tradición nace al acoger la Palabra de Dios confiada a los apostoles y se vivifica al transmitirla. La Tradición, es humana pero transmite la Palabra de Dios a los sucesores de los apostoles para que conserven, expongan y difundan. Predicación de los apostoles: constitutivo; Predicación de los sucesores: explicativo. El fin de los dos: la salvación de todos pretendida por Dios al revelarse, a pesar de que transmiten la revelación de modo diverso.

La Escritura y la Tradición juntas constituyen el depósito sagrado de la palabra de Dios. El Dei Verbum 10 nos habla de que este depósito ha sido confiado a la Iglesia. Es la acogida de la revelación por la fe que constituye a la Iglesia como comunidad de creyentes y como depositaria de la revelación para su transmisión a todos los hombres. La adhesión de todos a la palabra de Dios que les ha sido confiada hace que fieles y pastores se mantengan siempre unidos en la doctrina de los apostoles, en la comunion fraterna, etc. La tradición apostolica crea coumindad y la comunidad permite que la tradición perdure a lo largo del tiempo. Es la tarea de todos los miembros de la Iglesia.

Pero esa depósito no ha sido confiado a cada hombre sino al Magisterio vivo e infalible de la Iglesia. Y la función especifica del Magisterio es la de interpretar autenticamente la Palabra de Dios en nombre de Cristo y con su autoridad, UNA FUNCIÓN ENCOMENDADA A LOS OBISPOS POR CRISTO, NO POR LA IGLESIA. Es una función que tiene como fin conocer con certeza el sentido genuino de lo revelado por Dios y que cuenta para ello con la ayuda del Espiritu Santo.

El Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios. El Magisterio debe escuchar piadosamente la Palabra de Dios para poder servirla. Y puesto que esta Palabra de Dios es transmitida también oralmente por la Iglesia, los obispos tienen que oir a la Iglesia en cuanto portadora de la Palabra de Dios. Han de escuchar también, por la misma razón la enseñanza del Magisterio precedente. Los obispos, en cuanto sucesores de los apostoles, están vinculados a la tradición que han recibido ellos. NO PUEDE ENSEÑAR NADA QUE NO ESTÉ EN LA ESCRITURA O EN LA TRADICIÓN. El magisterio no es una tercera fuente de la revelación.

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