*Dices, Jesús, que nos amemos y ¿sabes? ¡Nos amamos! Pero a nosotros mismos *Dices, Jesús, que nos amemos como Tú nos amas. ¡Cuánto cuesta...
*Dices, Jesús, que nos amemos como Tú nos amas. ¡Cuánto cuesta hacerlo! Nuestro querer es un cariño con cuentagotas, a pequeñas dosis y mezquino: amamos cuando queremos, a quien queremos y cómo queremos
¿Este no es tu amor, verdad, Señor?
*Nos dices, Cristo, que hay que dar la vida por los amigos. En eso, Señor, estamos ciertos. Preferimos abrirnos a los cercanos, a los que nos comprenden, a los que piensan como nosotros. ¿Son estos los amigos a los que Tú, te refieres? Posiblemente no… ¿verdad, Señor?
*Nos llamas “amigos” ¿Cómo puedes responder con amor a nuestra traición? Hoy hemos humedecido nuestro pan en tu sangre convidada en el Cáliz…y mañana te negaremos. Hoy nos hemos sentado junto a Ti para comer tu Cuerpo….y pronto, por mucho o poco precio en la tienda del pequeño Judas que todos llevamos dentro…te venderemos. ¿Y aún nos llamas “amigos”?
*Nos has enseñado el camino que conduce hacia la eternidad. El paraíso que se alcanza con el amor. Nos has curado y alimentado, nos has infundido ilusión y fortaleza. ¿Cómo te hemos correspondido Señor? ¿Por qué añoramos tanto lo desconocido y, en cambio, somos tan desagradecidos contigo que nos has mostrado los secretos más íntimos de tu corazón? ¿Por qué Señor, vamos detrás de la falsedad poseyéndote a Ti que eres la fuente de la Verdad? ¿Nos escuchas, Señor?
* Y, aún así ¡nos has elegido, Señor! ¿Por qué será que pensamos que somos nosotros los que hemos decidido seguirte? ¿Por qué pensamos que, el rezarte o el celebrar la Eucaristía, dar una limosna o alabarte….es cosa nuestra y no inspiración tuya? A veces, Jesús, creemos que son favores con los que te agasajamos los hombres. Que no son gracia ni don llovidos del cielo…..perdónanos, por nuestra arrogancia, Señor.
*”Amaos” Déjanos, Señor, ver y saber, contemplar y descubrir la fuente inagotable de tu entrega y de tu amor. Sabemos que, en esta noche, algo grande va a ocurrir. Aquí, en tu presencia Señor, se alza un misterio entre Tú Dios; un abrazo entre el cielo y la tierra. ¿Nos dejas, Señor, estar al pie de este misterio?
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