Cuando el superior me pidió hacer una reflexión sobre lo que sucedió estos últimos meses en mi vida, sobre el vacío o crisis en part...
Cuando
el superior me pidió hacer una reflexión sobre lo que sucedió estos últimos
meses en mi vida, sobre el vacío o crisis en particular, me costó mucho de
hacer y buscar cual eran los factores que me ayudaron a salir del vació. Yo balbucí
y fue un tartamudo durante la entrevista porque se nota que no lo sabía que le
respondía yo. Reconozco tengo la capacidad de mirar las situaciones de mi vida
como si fuera un psicólogo que ve la situación de un cliente dejando que la
relación entre el psicólogo y cliente no afecta en el dialogo. En otras
palabras, en una visión objetivista y no a partir del subjetivismo. Pero esa
capacidad solo se aplica en buscar las causas y razones de porque ha ocurrido
un tal experiencia u como ha surgido algo.
En
el hecho de dándome vuelta lo que pasa por qué no soy capaz de hacerlo, me
llamó la atención lo que el profesor de teología espiritual ha dicho sobre el
vacío tomando las palabras de los grandes santos de espiritualidad. Él dijo que
en tiempos de vacío, déjate ser llevado, déjate tener el vacío y no hacer nada,
ni intentar de salir de ella porque uno saldrá en su tiempo. Estoy totalmente
de acuerdo de lo que había dicho, no solo al Antonio, sino a los santos que lo
han dicho. También estoy de acuerdo de que la resulta de un vacío es un unión
con Dios más rica y tiene más sabor. Tiene razón y sabio porque el momento del
vacío es como echarte de menos a alguien que amaba y estaba fuera de tu
alcanza.
Una
cosa que aprendí en la formación en filipinas es cuando uno está perdido en la
vocación, lo único que hay que hacer además del comunicarle el crisis es volver
al origen de la vocación, de cómo empezó, cómo desarrolló y el sentimiento que
ha empujado a seguir y ser convencido de que éste es mi vida. Y es cierto que
eso lo hice a los finales del vacío. Y al volver a las reflexiones que hice
durante los primeros grandes tiempos de crisis en el pasado, encontré una
resolución que tenía yo hecho desde hace ocho años ya. ¡Qué casualidad que fue
la misma cosa que decía Antonio en clase!: no hacer nada, deja que pase la
situación, Dios está siempre presente, tendría que estar cuidadito en las
decisiones que pudiera hacer y mejor no decidir nada, que la situación pudiera
llevarme en algo bueno, es una purificación de mi vocación. Pues como he tenido
varias ocasiones de crisis y cambios en la vida desde que entré en la
congregación en el año 2000, esas palabras y principios fueron integrados ya en
mí ser. Y cada vez que haya momentos de vacíos, no tenía que volver a pensar de
nuevo como ha ido la cosa y como he salido de la crisis. Y no hacía falta
reconocer que era Dios él que ha actuado y él es el que me rescató. Eso ya
estaba integrado y no se pregunta de nuevo. Esa sería el principio que me
impidió a responder a Pepe en cual son las que me ayudó a salir del vacío.
Gracias por el “journal writing” que lo nuestros formadores nos obligaron a
hacerlo.
Durante
los días de vacaciones, tuve un rato con los mayores y el fruto de eso fue la
reflexión que publique en mi blog con el título “Ya no vale para nada.” Me
impactó esa frase que uno de ellos me dijo no solo porque me choca la idea que
Dios solo actúa cuando somos fuertes y cuando ya no somos fuertes y fracasado,
ya no valdríamos para nada. Ni porque estoy convencido de que seamos fuerte o
no, trabajamos o no trabajamos, Dios actúa y el Reino de Dios se hace presente de
la manera que él quiere. Sino por el punto que puse en el blog, es que veo otra
perspectiva en su ser mayores y ser personas que ya están cerca del reposo.
Para mí ellos son pequeños ventanillas de un ser misionero. Ellos son guía para
nosotros nuevos en el discernimiento sobre las cosas que mejorar, continuar, o
averiguar en las misiones de la congregación. Etc. Etc. Etc.
He
tenido también mucho tiempo para preguntar y buscar unas respuestas de los que
surgieron en el apostolado, sobre la vida, y sobre mi relación con Dios. Aquellos días fueron momentos también para
preguntar de nuevo a mí mismo sobre mi vida religiosa y si soy listo ya para la
vida real de un misionero en acción y ya no en formación inicial. Me planté la
pregunta si pido la profesión perpetua este año o no. Una de las preguntas que
hice es ¿para qué quiero yo la profesión, a qué me sirva eso? O más bien ¿en
qué sirva eso en respeto a la congregación? También pregunte a mí mismo ¿qué me faltaba
antes de asumir esa vida de responsabilidad y de incertidumbre?
Al
final de la reflexión llegué en las siguientes ideas o reflexiones: Veo que mi
capacidad, mi madurez, mi firmeza en la responsabilidad, mis actitudes, mi
debilidad, mis habilidades, mi auto comprensión de la vida religiosa no son los
prerrequisitos para que haya evangelización, para que Dios pueda manifestarse
al hombre, para que haya conversión al otro en cuanto él encuentra al pobre
Luis. No son los prerrequisitos para que Dios sea conocido, para que mis
hermanos sean salvados sino más bien que es el evangelio que da la razón y
fuerza de mis capacidades, el que me empuja ser firme en mis responsabilidades
y en la fe, el que me ayudaría en comprender y agradecer mis debilidades, el
que da razón por mis habilidades y el razón de la pretensión que tengo de la
vida de un misionero. Sigo o no sigo, Dios manifestará, él reinara hasta en mis
fracasos. Yo pongo en las manos de Dios la decisión de ser jurídicamente un
hijo del inmaculado corazón de María. Y sobre la pregunta si quiero o no, la
respuesta es “sí” con la ayuda y según el deseo de Dios.
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