Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por los profetas, en estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hi...
La revelación en la creación. El Dios invisible se ha dado en parte a conocer a partir de la creación del mundo. La creación es la obra creada por Dios, que tiene un comienzo y que por su origen y esencia, se haya referida al creador. Pero la revelación de que habla la Escritura no se agota con la revelación natural. La revelación natural se da el ámbito dentro de cual acontece la revelación especial o para describir el punto de partida de la revelación especial.
La revelación especial según las escrituras empezó con la revelación de Dios a Abrahán. Con él se inicia el relato de aquella historia que tiende su arco hasta Jesucristo y que es denominada Antiguo Testamento.
No deberíamos tomar los once primeros capítulos del Génesis como facto histórico por que son relatos nacidos de la experiencia viva, de la reflexión teológica y de la iluminación divina acerca de como fue el principio si ahora las cosas son así. Ellos se esboza una antropología teológica. Se describe lo que el hombre es, y esta descripción se proyecta hacia el plano genético. El comienzo del Génesis testimonia que desde la creación, y a través de ella, se da una revelación de Dios a los hombres, que estos perciben y comprenden. En Génesis 2, 4b-25;3 nos da otra constitución del hombre: el objeto de una especial y gratuita manifestación de Dios. La revelación en el origen debe ser entendida etiológicamente como una mirada de Israel a su propio pasado y al de la humanidad. Esto quiere decir que el punto de partida es la experiencia histórica concreta. Aquí está implicado el problema de teodicea del porqué de la gran paradoja que ofrece la historia y la realidad humana: siendo el hombre la corona de la creación, se encuentra al mismo tiempo en contradicción con ella.
La revelación que comienza con Abrahán es llamada REVELACIÓN COMO PROMESA. La promesa no responde por parte del hombre el conocimiento sino la fe y la obediencia. La promesa alude a la historia. La historia del pueblo de Israel es el lugar de la revelación de Dios. Las experiencias históricas de ellos son consecuencias del poder y ACTOS de Yahvé, son anuncio y revelación de su bondad. Y su derrota son consecuencias de su infidelidad de Israel a Yahvé. Dios HABLA en los hechos y acontecimientos de la historia de Israel. Los acontecimientos pueden y deben ser interpretados desde este perspectiva. La revelación es revelación del NOMBRE DE DIOS. El nombre de Dios indica que el Dios que se revela en su nombre y revela su nombre es el Dios soberano, sublime y al mismo tiempo clemente y misericordioso, que no se cierra a los hombres como un desconocido, sino que se descubre a ellos. Los hombres pueden acercarse a él, pueden encontrarle. Y no solamente que esta revelación es una revelación del nombre de Dios sino también una revelación del ROSTRO DE DIOS que es el acceso abierto o cerrado hacia Dios o la privación de su presencia de gracia. Pero veíamos que en el Antiguo Testamento esta rostro de Dios no tiene rostro concreto. Está todavía por venir. Por eso la revelación del AT es una revelación como promesa.
Las características de la revelación del AT son: 1) Dios se reveló como Yahvé 2) hay distancia del pueblo de Israel con relación a su medio ambiente 3) tiene una tensión hacia el futuro 4) se concentra en la espera de lo que está por venir que será un rey al modo de David, pero superior a él en gloria 5) la imagen del tiempo, un acontecimiento aquí y ahora pero es al mismo tiempo promesa de algo futuro.
El Nuevo Testamento completa ésta promesa en la revelación de Dios en Jesucristo, en su persona, en su historia. Para la antigua alianza, el futuro es la categoría decisiva. Para el NT, por el contrario, la categoría que da la medida del tiempo es el hoy, el ahora, el presente y por supuesto, un ahora acontecido en Jesucristo, el cumplimiento de la revelación en el sentido del HODIE. En Jesucristo ha tenido lugar el cumplimiento y que, al mismo tiempo, el fin está todavía distante, que la realidad de Cristo encierra en sí el ya y el todavía no.
La revelación como cumplimiento puede ser descrita también con la característica del ECCE, del AQUÍ. La revelación ha sido llevada a un cumplimiento insuperable en el concreto aquí de una persona, en Jesús de Nazaret, en el aquí de una vida, de una palabra, de una obra, de un destino, de un acontecimiento, de un CONCRETO ROSTRO DE DIOS. La peculiaridad de del ECCE que se da en la persona y en la obra de Jesús de Nazaret es descrita por el NT con diversas categorías: maestro, profeta, la llamada a seguirle, el templo. El "yo" de Jesús ocupa el puesto de Dios. Si Él es más que profeta, esto se funda en que la autoridad de la palabra, de la voluntad y de la misión de Dios ha pasado a la persona del que habla: la autoridad de Jesús es la autoridad del mismo Dios. En su presente personal se ha convertido en acontecimiento la presencia personal de Dios.
El NT expresa también el especial cumplimiento de la revelación en el ECCE de Jesús de Nazaret describiendo la singularidad de la filiación de Jesús respecto al Padre. También en el NT está dado el cumplimiento de las categorías y del contenido de la revelación del Antiguo Testamento en Jesucristo que se expresa en la realidad de Jesús como fundador de la nueva y eterna alianza.
Pero la revelación como cumplimiento tiene aún un futuro, que es esperado. este futuro es la consumación de lo ya definitivamente acontecido, es un futuro ya iniciado en el cumplimiento, y por él causado y sostenido. Se fundamenta en el HODIE y en el ECCE de lo acontecido y no puede significar más que el llevar a fin lo comenzado: la superación del "todavía no" presente en el "ya". Con este tenemos la REVELACIÓN COMO CONSUMACIÓN que comenzó en la resurrección de Jesús. En la resurrección se manifiesta lo que será en la plenitud definitiva. Es garantía y prenda de toda esperanza. Pero la resurrección misma es sólo un comienzo. Sus frutos son aún eficaces por todas partes, porque los signos de lo contra-Dios (enfermedades, sufrimientos, pecados, muerte) están presentes todavía.
Pasó los tiempos hasta que la Iglesia se enfrentó al deísmo, racionalismo, panteísmo, materialismo, monismo, agnosticismo que atacaban la realidad de la revelación cristiana desde diversos puntos de vista. En esa ámbito tan complejo, se celebró el Concilio Vaticano I. El concilio reacciono ante una situación ya dada. Por aquel entonces se estaba plenamente convencido de que el espíritu de la epoca era hostil a la fe, la ignoraba, la combatía o la rechazaba furiosamente. El espíritu de la época, estructurado en diversas corrientes de pensamiento, era la antítesis de la fe, y estaba, por tanto, bajo el signo del error. La era del romanticismo había quedado atrás. Una época que como reacción en parte a la Ilustración y al racionalismo, había redescubierto la herencia cristiana e inaugurado una primavera teológica. Lo mismo se puede decir del idealismo con su intento de conciliar la fe y la razón en una unidad superior. Y atrás había quedado también la época de la alianza de la Iglesia con los poderes políticos establecidos. Etc etc.
Ante esta actitud no es de extrañar que la Iglesia se considera opuesta a este espíritu y que también ella estuviera convencida de que sólo así podía permanecer fiel a sí misma. La actitud de la Iglesia fue cerrarse, retirarse al campo propio y hacerse fuerte en él. Frente a las tesis de entonces, formuladas en contra de la fe y de la Iglesia, el concilio definió sus tesis también como oposición. Pero el concilio NO DEFINE EL TERMINO REVELACIÓN. Cuando se refiere al hecho de la revelación, el Vaticano I distingue un doble plano. En el primero, "Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana partiendo de las cosas creadas." DIOS SE MANIFIESTA EN LA CREACIÓN, tal como indica Rm 1, 18-23 y Sab 13, 1-5. El concilio afirma una posibilidad: Dios puede ser conocido, pero no dice si de hecho son muchos o pocos los que alcanzan este conocimiento. Más aún, este conocimiento de Dios a partir de la creación es limitado: se le conoce como "principio y fin de todas las cosa." Moreover, el concilio hace una consideración de tipo metafísico (de suyo) y no fáctico (en la situación presente del genero humano las cosas van de otro modo) cuando se refiere a la posibilidad de conocer a Dios por la luz de la razón. Tampoco dice nada el Concilio del cómo de este conocimiento. Luego el texto conciliar prtiende atajar la suficiencia absoluta de la razón... (Heb 1, 1s). La revelación sobrenatural va más allá de lo que el hombre puede alcanzar o deducir a partir de la creación. En ella Dios se da a conocer "a sí mismo": LA REVELACIÓN ES AUTO-COMUNICACIÓN DE DIOS, QUE CULMINA EN JESUCRISTO. LA RAZÓN ULTIMA DE LA REVELACIÓN SOBRENATURAL ES QUE DIOS ORDENÓ AL HOMBRE A PARTICIPAR DE BIENES DIVINOS QUE SOBREPUJAN TOTALMENTE LA INTELIGENCIA DE LA MENTE HUMANA. Si la creación manifiesta la existencia del Dios supra y extramundano, LA REVELACIÓN DESVELA EL PROFUNDO AMOR DE DIOS AL HOMBRE Y EL DESTINO QUE LE PREPARA. LA REVELACIÓN EN LA CREACIÓN ES EL PRESUPUESTO DE LA REVELACIÓN EN LA PALABRA.
El CONCILIO VATICANO II renovó la concepción de revelación en la constitución dogmática DEI VERBUM. En vez de comenzar por la revelación en la creación y de hacer consideraciones abstractas sobre la revelación sobrenatural tal como lo hizo Vaticano I, el Vaticano II empieza hablando de la REVELACIÓN PERSONAL de DIOS EN JESUCRISTO: "Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación"
El Vaticano II introduce la dimensión histórica de la revelación; ya no se trata de decretos y doctrinas (Vat I), sino de historia de salvación, de acontecimientos y palabras (DV 2, 3, 4). Al insistir en la obras y palabras como elementos constitutivos de la revelación (DV 2.4.14.17), el Concilio destaca su dimensión histórica y sacramental. CRISTO (que en el tratamiento del Vaticano I sólo aparece en la cita de Heb 1,1 ss) OCUPA PAPEL CENTRAL en la revelación tal como la concibe el Vaticano II. Toda su vida es signo de la presencia de Dios: "Jesucristo, pues, el Verbo hecho carne, "hombre enviado, a los hombres", "habla palabras de Dios" y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre le confió. Por tanto, Jesucristo -ver al cual es ver al Padre-, con su total presencia y manifestación personal, con palabras y obras, señales y milagros, y, sobre todo, con su muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos; finalmente, con el envío del Espíritu de verdad, completa la revelación y confirma con el testimonio divino que vive en Dios con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna."
TEXTO DEL DEI VERBUM
Ojalá sepamos entrar verdaderamente en esa historia de la Salvación. El Concilio nos trajo unas reflexiones hermosísimas que nos ayudan a entender la esencia de nuestra fe.
ReplyDelete¡Gran blog el tuyo! Me alegra que nos hayamos conocido. Un abrazo